¿Sabías que existe una asociación que se dedica a promover y difundir el patrimonio cultural, natural e histórico de los pueblos más bellos de nuestro país? Se llama la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España y nació en el año 2011 con el objetivo de impulsar el turismo rural y de calidad. Actualmente, cuenta con 111 pueblos repartidos por toda la geografía española, que han sido seleccionados por cumplir unos estrictos criterios de belleza, armonía, limpieza, conservación, tradición y singularidad. Estos pueblos son auténticas joyas que merecen ser visitadas y admiradas por su encanto y su riqueza.
Entre los 111 pueblos más bonitos de España, hay seis que pertenecen a la comunidad autónoma de Cantabria. Estos son: Bárcena Mayor, Carmona, Comillas, Liérganes, Mogrovejo y Potes. Cada uno de ellos tiene su propia personalidad y su propio encanto, pero todos comparten el privilegio de estar situados en un entorno natural espectacular, rodeados de montañas, valles, ríos y bosques. Veamos qué nos ofrece cada uno de estos pueblos cántabros.
Bárcena Mayor: Es el pueblo más antiguo de Cantabria y uno de los mejor conservados de España. Se encuentra en el corazón de la Reserva Nacional del Saja, un espacio protegido de gran valor ecológico. Destaca por su arquitectura tradicional: sus límites definidos por los muros traseros de las hileras y su alta densidad de edificación le dan un aspecto muy compacto, donde se optimiza el uso del espacio, usando diferentes métodos para ajustar las casas al terreno. Sus casas de piedra y madera, con balcones y tejados de lastra, se distribuyen a lo largo de una única calle principal, que conserva el trazado medieval.
En Bárcena Mayor, declarado Conjunto Histórico – Artístico en 1979, hay que visitar la iglesia de Santa Maria, del siglo XVII, las viejas casas rectorales, las casonas montañesas de estilo popular, con solanas y soportales amplios bajo arcos de piedra, o las filas de casas de dos pisos, con soportal, solana y revestimientos de madera, que son la esencia de la imagen del modelo de asentamiento montañés.
Su gastronomía se basa en los productos de la tierra, como el cocido montañés, el queso de nata, la miel o el orujo.
Liérganes: Es uno de los pueblos más bonitos y con más historia de Cantabria. Es un lugar de interés histórico-artístico nacional desde 1978, donde se puede apreciar una rica arquitectura clásica de los siglos XVII y XVIII, resultado del desarrollo económico que la fábrica de artillería impulsó en esa época en la zona. Situado en el valle del río Miera, al pie de dos pequeños cerros: Marimón y Cotillamón (llamados popularmente “Las Tetas de Liérganes” por su semejanza antropomórfica).
Liérganes y su historia están relacionados con la leyenda del Hombre-Pez, que como todas las leyendas tiene algo de verdad (su personaje, Francisco de la Vega) y algo de fantasía (su diverso desenlace). Francisco de la Vega nació en el pueblo en 1660 y, tras lanzarse al río Miera, se perdió en el Cantábrico. Dicen que lo encontraron años después, sin razón ni habla, en la bahía de Cádiz.
Su conjunto histórico-artístico, declarado en 1978, conserva un rico patrimonio arquitectónico de los siglos XVII y XVIII, con casonas, palacios, puentes y fuentes de gran valor. Su iglesia de San Pedro, del siglo XVII, es uno de sus edificios más representativos. Su gastronomía se basa en los productos de la zona, como el cocido montañés, el queso pasiego, la carne de vaca tudanca o el chocolate.
Santillana del Mar: Es uno de los pueblos más bellos de Cantabria, por su historia, su arquitectura y su entorno natural. Arropada por suaves colinas, y resguardada del paso del tiempo, se encuentran estos cruces de caminos adoquinados que inspiran todo tipo de sensaciones. Se le conoce como la villa de las tres mentiras, ya que no es santa, ni llana, ni tiene mar, pero sí tiene mucho encanto. Es un Conjunto Histórico Artístico formado por edificios fundamentalmente de los siglos XIV al XVIII, cuyo principal atractivo es la Colegiata de Santa Juliana, el monumento más importante del románico en Cantabria, que alberga los restos de la santa que da nombre al pueblo. Cerca de la colegiata se encuentra la Plaza Mayor, donde se pueden admirar las casas señoriales y las torres medievales que rodean el ayuntamiento. Otro lugar imprescindible es la Cueva de Altamira, considerada la capilla Sixtina del arte rupestre, que contiene las pinturas prehistóricas más famosas del mundo.
Santillana del Mar, es sin duda, el centro de interés histórico y artístico de Cantabria, y una de las localidades más visitadas, que envuelve al visitante con trozos de historia que nos hacen imaginar una Santillana prehistórica, medieval, renacentista, barroca, moderna y actual. Su gastronomía se basa en los productos de la tierra, como la carne, el queso o la miel.
Carmona: Es uno de los pueblos más pintorescos de Cantabria, situado en el valle de Cabuérniga, a los pies de la sierra del Escudo. Su origen se remonta a la época romana, y su arquitectura popular refleja la influencia de las culturas cántabra, castellana y vasca. Sus casas, de piedra y madera, se agrupan en torno a una plaza porticada, donde se encuentra la iglesia de San Pedro, del siglo XVI. Su gastronomía se caracteriza por el uso de los productos de la huerta, el ganado y la caza, como el cocido lebaniego, el venado al estilo de Carmona o el queso de Áliva.
Potes: Es la capital del valle de Liébana y uno de los pueblos más turísticos y animados de Cantabria. Es el punto de encuentro de ríos y culturas, de gentes e ilusiones. Su origen se remonta a la época romana, y su arquitectura popular refleja la influencia de las culturas cántabra, lebaniega y asturiana. La villa de Potes es rica en historia: en el año 1983 la Villa fue declarada Conjunto Histórico-Artístico. Pero no es sólo historia, su privilegiada situación en la confluencia de los 4 valles de la Comarca, hace de la villa el punto neurálgico desde el que planificar una exhaustiva visita a toda Liébana.
Sus casas, de piedra y madera, se agrupan en torno al río Deva, que atraviesa el pueblo. Su torre del Infantado, del siglo XV, es uno de sus edificios más emblemáticos. Su iglesia de San Vicente, del siglo XV, es otro de sus monumentos más importantes. Su gastronomía se basa en los productos de la zona, como el cocido lebaniego, el queso picón, el orujo o la miel.
Mogrovejo: Es uno de los pueblos más pintorescos y mejor conservados de Cantabria, situado en el valle de Liébana, a los pies de los Picos de Europa. Es Bien de interés cultural y Conjunto histórico, alberga unos de los mejores ejemplos conservados de casonas de sillería y mampostería, con balconadas de forja, de los siglos XVI-XVIII, entre las que destaca la de Vicente de Celis, con el escudo de los Estrada. Su arquitectura popular muestra la influencia de las culturas cántabra, lebaniega y asturiana. Sus casas, de piedra y madera, se distribuyen en torno a una plaza, donde se encuentra la torre de Mogrovejo, del siglo XIII, que es el símbolo del pueblo. Su iglesia de Santa Eulalia, del siglo XVI, es otro de sus monumentos más destacados.
La aldea tiene el sabor de un pueblo tradicional y sus casas parecen extraídas de un museo o de una pintura con el fondo de las paredes y cumbres de Picos de Europa que parecen sobresalir de los tejados de sus casas. Situado en un emplazamiento idílico y rodeado de extraordinarios bosques de robles, acebos y castaños, es además punto de partida de varias rutas muy asequibles y de gran belleza. Su gastronomía se basa en los productos de la montaña, como el cocido lebaniego, el queso picón, el orujo o la miel.
Comillas: Es uno de los pueblos más emblemáticos de Cantabria, por su patrimonio artístico y cultural, y por su ubicación junto al mar Cantábrico. Fue uno de los lugares favoritos de la aristocracia y la burguesía del siglo XIX y principios del XX, que dejaron su huella en forma de palacios, casonas y edificios modernistas. Entre ellos, destaca el Capricho de Gaudí, una de las pocas obras del genial arquitecto fuera de Cataluña, que sorprende por su originalidad y su colorido. Otros monumentos de interés son el Palacio de Sobrellano, la Universidad Pontificia o la iglesia de San Cristóbal. Su gastronomía se basa en los productos del mar, como el pescado, el marisco o las anchoas.
Estos son solo algunos de los pueblos más bonitos de Cantabria, pero hay muchos más que merecen ser descubiertos y disfrutados. Cantabria es una tierra de contrastes, donde se mezclan el mar y la montaña, la tradición y la modernidad, la historia y la naturaleza. Una tierra que ofrece al viajero una experiencia única e inolvidable. Si quieres conocer estos y otros pueblos cántabros, te recomendamos que planifiques tu viaje con antelación, que elijas la época del año que más te guste, que reserves tu alojamiento con tiempo y que te informes sobre las actividades y los servicios que ofrecen cada uno de ellos. Y, sobre todo, que disfrutes de tu viaje por los pueblos de Cantabria, que son una maravilla.